Sunday, July 24, 2005

Michel Foucault

Veinte años de la muerte del filósofo Michel Foucault, el vigor de un pensamiento fuera de lo común.



Michel Foucault muere en el hospital parisino de la Salpetriere. Estramos en 1975 y los primeros indicios sobre su muerte son dudosos, más tarde se confirmará que ha muerto de una enfermedad hasta entonces poco conocida, Sida. Militante, agitador de masas, no basta con pensar, hay que pasar a la acción, y él, como fisósofo, lo hace convertido en esa “caja de herramientas” de la que hablaba Deleuze, dispuesto a apoyar los movimientos de rebelión contra la maquinaria estatal que asfixia al individuo. Foucault se va a instalar en el medio de un debate filosófico de la libertad, el cuerpo y la persona, el cuerpo y el deseo. Este debate se desarrollará en medio de la sociedad “bien pensante” de su época confrontando los sistemas políticos a un análisis sobre el abuso de poder y el exceso de vigilancia, Con Vigilar y castigar, esta reflexión abarca los sistemas penitenciarios y la prisión como un “dispositivo”, una tecnología política del cuerpo que domina el cuerpo y el alma a la sombra de los reglamentos, con la Historia de la locura en la edad clásica, el análisis toca la evolución de los sistemas de vigilancia e instala la duda sobre la noción de lo que se considera como normal, dura crítica al funcionamiento de las instituciones médicas y el uso del saber medical como instrumento de poder. Con Las palabras y las cosas el análisis del lenguaje lo lleva a hacer una epistemología de iconos y símbolos, el lenguaje constituído en una problemática frente al deseo (el centro de la reflexión de Jacques Lacan), la liberación y la valorización de la palabra de los oprimidos, inversión de poderes para sacarlos de una especie de mudez irremediable.
“El trabajo de un un intelectual, nos dice Foucault, no es modelar la voluntad política de los otros, es, por los análisis que hace en los campos que son los suyos, interrogar las evidencias y los postulados, sacudir los hábitos, las formas de hacer y de pensar, disipar las familiaridades adquiridas, retomar la medida de las reglas y de las instituciones, y a partir de esa re-problematización (donde se juega su oficio de intelectual) participar en la formación de una voluntad política (donde debe jugar su rol de ciudadano). Bio-poder, ética institucional, compartir, poner en duda la política y sospechar de nuetra creencias, instalarse en la re-cuestionamiento de los valores que se instalan con el tiempo como verdades, he ahí una parte importante del trabajo dejado por este filósofo.
Al poner el cuerpo biológico en el seno de la práctica histórica, Foucault inagura la vía de una forma de historia de la resistencia y de la subjetivación, una forma fenomenológica que abarca el momento histórico y las condiciones de vida del individuo. El debate sobre este tema se hace urgente en nuestro tiempo, puesto que el discurso sobre la seguridad y la vigilancia se agudiza debido a una explosión demográfica. De otra parte, parece necesaria, en francia, en toda Europa, una reflexión humanista y filosófica de los sistemas penitenciarios. Con un discurso político sobre la sexualidad en plena actualidad, el matrimonio homosexual es uno de ellos, el pensamiento de Foucault vuelve a cobrar vigencia, pero no en el sentido quizás que él esperaba, la sexualidad como una forma de utopía, proyecto individual de libertad fuera de las normas, sino como un discurso conformista donde ejercer el poder. Justamente, la pregunta que hay que hacerse es por qué reclamar una legislación (matrimonio) en el plano donde lo inividual podría gozar de un poder inalienable. Buena pregunta.

Chalamov, escritos de la Kolyma

Después de la obra de Alejandro Solzhenitsin, los escritos de Varlam Chalamov son el testimonio más reciente del Gulag durante la dictadura de Stalin. Publicados finalmente íntegros contienen un valor sin duda literario, y son el resultado de una larga temporada en el infierno.

Por Patricia de Souza


¿Cómo escapar al infierno cuando no existe la salida o cuando no hay regresiôn? Los círculos existen como en La divina comedia de Dante, sólo que aquí hay únicamente el infierno y, como en Eterno retorno, de Nietszche, este cautiverio en el infierno se repite. He ahí la impresión que se tiene cuando se lee el texto de Varlam Chalamov, Los relatos de la Kolyma, testimonio de catorce años de Gulag, publicado por primera vez de manera íntegra en una nueva edición, y según los deseos de su autor, en la editorial francesa Verdier.
Chalamov es también autor de varios libros de poemas, Encendedor, publicado en 1961 y Camino y destino, en 1967. La lección que obtenemos es dura y al mismo tiempo valiosa: ¿cómo se puede hablar desde el dolor? La experiencia del la escritura parece la única forma posible de salir de ese mundo deshumanizante y terrible que han sido los campos de concentración, o quizás la única manera de recuperar un poco de humanidad cuando se siente que no se es más que un deshecho humano: Día y noche no había sino una bruma blanca tan espesa que era imposible distinguir a un hombre a dos pasos, escribe Chalamov en sus relatos, concebidos durante los años de reclusión para trabajos forzados y que empiezan cuando es sólo un adolescente condenado a tres años de trabajos forzados por haber difundido el testamento de Lénin, uno de los enemigos más importantes de Stalin.
Hijo de un cura ortodoxo, su vocación contestaria lo hacen ser insobornable con el régimen absoluto de Lenín, sus catorce años de reclusión en la Kolyma, en Siberia, se deben a una segunda purga en el año 1937, cuando Chalamov trabaja como periodista en un diario de Moscú. Junto con los testimonios de Solzhenitsin, Evgenia Guinzbourg, Primo Levi o Ehrenbourg, Los relatos de la Kolyma constituyen uno de los testimonios más descarnados de los campos de concetración. Si a través de los Samizdat (forma impresa, clandestina, existinte hasta los años previos a Gorbachev) habíamos podido conocer algunos testimonios imnportantes y El cielo de Kolyma de Eugenia Guinzbourg, fue uno de ellos, con Chalamov tenemos el trabajo escrito de alguien que es capaz de crear poesía en medio del horror y el miedo. Esta experiencia será siempre inédita. Ni el frío, ni el cansancio, después de cavar en la roca, con un frío insoportable, pueden hacer nada en contra de la capacidad de este escritor por transformar esa experiencia atroz en un objeto estético: No se mostraba el termómetro a los trabajadores, era demás completamente inútil: había que salir con cualquier temperatura. Los más viejos se pasaban el termómetro, si hay neblina, hace cuarenta grados bajo cero, si respiramos sin mayor dificultad, pero si el aire se exhala acompañado de ruido, quiere decir que hace menos de cuarenta y cinco; y si la respiración es ruidosa y está acompañada de de una agitación visible, hace menos cincuenta.
Después de la muerte de Stalin, en 1956, aunque siempre bajo vigilancia del gobierno soviético, Chalamov regresa a Moscú y logra publicar algunos poemas. En 1987 morirá recluido en un hospital psquiátrico, interno contra su voluntad, tal vez algunas horas dedicadas al trabajo de escritura, luego de lo cual, como escribe en los Relatos de la Kolyma, no se desea sino calentarse un poco para acostarse simplemente y sobre esas piedras heladas y morir.

Otras obras del autor:
Correspondencia con Alejandro Solzhenitsin y Nadja Mandelstan, Los años Veinte, Ensayos sobre el miedo y el crimen.


Artículo publicado en el diario La razón, España.