Monday, July 24, 2006

el azar objetivo


Pensar que el azar no existe, lleva siempre a pensar que las cosas suceden por necesidad en una serie de concadenación de hechos que nos llevan a olvidar que las cosas suceden simplemente porque sí, un rostro y su belleza radica en el instante efímero en que aparece y desaparece ante nuestros ojos, una frase, un gesto cualquiera. El azar objetivo de los surrealistas considraba que las cosas sucedían porque un impulso vital las objetivaba, de ahí su idea romántica del amor, sin embargo en la filosofía canónica oriental la idea del azar es saber adaptarse a los eventos con docilidad. Las hexagramas del I Ching son un ejemplo y hay personas, artistas como el coreógrafo neoyorkino, Mercé Cunningham, que improvisa sus correografías de acuerdo a las figuras del I Ching. Por eso, me digo, que hay que saber adaptarse a sus instante, a su fatum, y vivirlo con cierta vocación. Siempre, pese a todo, he pensado en las reglas de la siemetría, en que las cosas se configuran de forma armoniosa si somos capaces de deslizarnos por la vida como por los intersticios, dando tumbos, pero ditirámbicos, alegres, dejando lugar a la sorpresa. Lo que tiene que ser será.

el azar objetivo


Pensar que el azar no existe, lleva siempre a pensar que las cosas suceden por necesidad en una serie de concadenación de hechos que nos llevan a olvidar que las cosas suceden simplemente porque sí, un rostro y su belleza radica en el instante efímero en que aparece y desaparece ante nuestros ojos, una frase, un gesto cualquiera. El azar objetivo de los surrealistas considraba que las cosas sucedían porque un impulso vital las objetivaba, de ahí su idea romántica del amor, sin embargo en la filosofía canónica oriental la idea del azar es saber adaptarse a los eventos con docilidad. Las hexagramas del I Ching son un ejemplo y hay personas, artistas como el coreógrafo neoyorkino, Mercé Cunningham, que improvisa sus correografías de acuerdo a las figuras del I Ching. Por eso, me digo, que hay que saber adaptarse a sus instante, a su fatum, y vivirlo con cierta vocación. Siempre, pese a todo, he pensado en las reglas de la siemetría, en que las cosas se configuran de forma armoniosa si somos capaces de deslizarnos por la vida como por los intersticios, dando tumbos, pero ditirámbicos, alegres, dejando lugar a la sorpresa. Lo que tiene que ser será.

Sunday, May 07, 2006

La crítica


Cuando la crítica literaria entra en discusiones para establecer los valores de un libro, los ánimos se encienden porque en principio la autoridad la define el cánon oficial, y segundo, el gusto del público, el saber general. Las dos pugnan, una es oficial y está ligada a mecanismos de poder, y la otra es exogámica, mucha veces marginal o contestaria. Yo no subestimaría la capacidad de un lector para saber si un libro es bueno o no, en el fondo cualquier valor estético es una cuestión de gusto y esto esto sucede siempre en el plano subjetivo en el que está latente un saber, una cultura. Pensar que una persona cualquiera no puede entender un libro o apreciar el arte abstracto o conceptual es una visión post-colonial del mundo: la elite y la plebe, el salvaje y el ilustrado. La filología ha tratado de descorticar los textos y analizarlos en su contenido y su forma, pero no ha hecho grandes aportes, los únicos hallazgos valiosos a mi modo de ver, vienen de la literatura comparada, Harold Bloom, George Steiner, o una parte de la filosofía del lenguaje, Sartre, Merleau Ponty, y recientemente, Paul Ricoeur (una visión más mestiza que mezcla , filosofia, psicoanálisis y linguística). Leía un comentario interesante sobre los ghetos en la literatura francesa. Resulta sorprendente que aún ahora se clasifiquen a los autores por su origen, los continentales, aquellos de apellido origen francés, y los periféricos, los de origen extranjero. Resulta todavía más patético que algunos críticos hagan clasificaciones por el origen racial (odio esta palabra) literatura asiática, negra, etc... La crítica debería orientar, pero a veces solo confunde. Para algunos editores está claro que la edición es un problema de marketing y no de calidad de los textos, se ignora completamente los problemas que un escritor se pueda plantear a nivel de estructura, fondo o forma, lo que que importa es que sea vendible. Tampoco entiendo cómo se puede hacer un análisis de un texto sin tener en cuenta un análisis del lenguaje (lógico y estructural), como si la crítica se resumiera solamente a una analogía con la realidad o a una aplicación de un formato de novela (de ahí que me haga gracia esos cursos de escritura creativa, ¿qué les van a dar al final, un diploma que diga: escritor?), novela histórica, policial, de tesis... Yo veo más al escritor como un paria, una persona que no siempre resuelve los problemas que se ha planteado y que de alguna manera queda desnudo y vulnerable en el texto. El o la que escribe es un conjunto de cosas, es un recorrido, una línea vital, un fenómeno. La vida activa, la vida social entra en el mundo íntimo del escritor para salir convertido en texto. Madame de Stael, una de las pocas mujeres que ejerció la crítica en el siglo XIX, llamó a las escritoras parias de la literatura en su libro De la literatura, (otra cosa que da risa es que en nuestra época la crítica siga empeñada en defender la existencia de una “literatura femenina”) y luego, Flora Tristán lo usó para darle un sentido de exclusión y vulnerabilidad social, usando el nombre en femenino, por último, el Conde de Lautréamont (Cantos de Maldoror) para definirse como un marginal de la sociedad porque tal vez todo escritor sea siempre un marginal, absorbido por el sistema, es alguien que pierde uno de sus valores más importantes, su libertad y su insumisión. Por eso, los premios, son dudosos y pueden dar más aprensión que otra cosa.

Imagen: Madame de Stael

Friday, October 07, 2005

Diario

Sigo con el Diario del África, este fragmento me gusta, expresa parte de los malestares que padece una persona en un país rico, la futilidad de las riquezas materiales, la incapacidad de encontrarle un sentido verdaderamente valioso a la vida, la soledad del individuo contemporáneo. Sobre todo que he terminado por comprender que se trata de una persona que tiene unos 35 años, profesional, que vive entre París y el sur de Francia y está a la busca de algo: ¿el amor, la comprensión?...


Viernes, 19 de setiembre del 2003, Bobo Dioulasso

Mi frustración es my grande al verme obligado a regresar a Francia. No necesito de todas las riquezas acumuladas allá. Esta mañana me levanté a las 5 de la madrugada para poder ver la salida del sol. He visto cómo se despertaba la ciudad y no tenía ganas de irme; durante la mañana las mujers van hacia el centro de la ciudad y es la paz... Para los hombres. Y como soy un hombre, el África está hecha para mí, como sometida a mis sentimientos. Porque en realidad todo mi problema es que en Europa estoy sometido a la agresividad del sistema, incapaz de reaccionar, tetanizado por ella. La única salida sería ser violento y aunque mi moral no me lo prohibe, la sola prohibición de la ley, la autoridad, la brutalidad fría de la estructura estatal, hacen que me inhiba de ejercer cualquier tipo de violencia a lo mejor liberadora (aquí, me gustaría que hubiese sido más claro, pero, ni modo). Entonces, dos soluciones se imponen, someterse o huir hacia mi pobre paraíso, África. He ahí mi proyecto de vida, vivir en el África, construir a mi ritmo, lentamente.

Monday, October 03, 2005

Arendt

Dos nuevas publicaciones sobre Hannah Arendt cuando se cumplen 30 años de su muerte



Después de su muerte, hace 30 años, no se ha cesado de hablar de la obra y la vida de Hannah Arendt. De su obra como filósofa, porque planteó el problema político como el centro de la reflexión sobre la libertad individual, y de su vida, por su conocida relación con el filósofo alemán Martín Heidegger. La libertad según Hannah Arendt tiene que ver con el construir juntos, con el comienzo de una historia colectiva en la cual cada individuo tiene un rol activo: el quién de la historia, decía ella. Un problema que se planteaba desde el principio de su reflexión, ha sido el de aceptar la pluralidad y poder suscribir pactos y compromisos universales. Su ánalisis va desde la época clásica, la idea de ciudadano en la Polis griega, la noción cristiana de libre arbitrio, hasta la más moderna, pasando por el marxismo y la crítica que Arendt termina haciendo al concept de Estado-mación. Ahora más que nunca en un severa crisis, a raíz del proyecto europeo que no termina de consolidarse. Toda idea soberna termina anulando al individuo, es una idea de Arentd.
Para comprender un poco más la dimensión filosófica de su trabajo se acaban de publicar dos textos importantes en Francia. El primero, es una especie de diario intelectual, una suerte de archivo portátil que la acompañó entre 1950 y 1973 (Journal de pensée, vol 1 y 2, Seuil, 2005) y el segundo, una biografía de la periodista Laura Adler (Dans les pas de Hannah Arendt, Gallimard2005), que nos retrata la vida de autora desde una visión personalizada. Su infancia en la ciudad de Hanovre, su encuentro con Heidegger en la ciudad de Friburgo y la relación que surgió, el matrimonio con Heinrich Blucher, sus exilios en Francia y los Estados Unidos, sin dejar de lado los movimientos que se dieron en su pensamiento. El diario intelectual ayuda más que nada a comprender cómo se va gestando su trabajo filosófico, las dudas y las contradicciones. Arendt tomaba notas en griego, hebreo, latin o inglés, en bruto, o consignaba comentarios al margen. Por ejemplo, cuando subrraya que las leyes no deben protegernos de nosotros mismos: Toda irrupción del razonamiento moalizador que trasciende el concepto de injusticia perpetrado contra un otro, constituye siempre una agresión contra la libertad. Por supuesto, no se puede esperar más que una caja de herramientas del laboratorio que era el pensamiento de Arendt, ninguna anécdota personal se inscribe en este texto, ninguna confesión. La lealtad de Arendt hacia Heidegger siempre ha permanecido en el secreto y ha sido una de las razones por las cuales su obra ha estado por mucho tiempo en el silencio, sobre todo en Francia, país en el cual vivió y donde desató el escándalo a raíz de la publicación de su libro sobre el Holocausto, Eischamann en Jerusalen. En este libro trató de comprender qué pudo haber sucedido para que algo tan espantoso como el Holocausto sucediese. Hay una frase de Arendt clave en este aspecto, aquélla que dice: el idioma no puede haberse vuelto loco. Para la filósofa que era, para poder seguir pensando, era imprescindible llegar a comprender. Una de los análisis de Arendt consiste en demostrar hasta qué punto la alienación y la estupidez que se desprende, pueden llegar a causar tanto daño. En Francia se consideró que la idea que ella desarrolaba en este libro era una banalización del mal y una de las revistas más importantes, Le nouvel Observateur, tituló en el momento de su aparició: ¿Hannah Arendt, es antisemita? El malentendido se ha disipado a raíz de la reedición de sus obras, La condición del hombre moderno, publicada por primera vez en Francia en 1958 y Los orígenes del totalitarismo, reeditada en una versión mucho más completa por la editorial Gallimard (coll. Quarto, 2004).
La vida de Hannah Arendt sin embargo sigue ligada a Heidegger, como discípula, pero también como compañera. Nunca dejaron de verse, o escribirse y lo más impresionante es que Heidegger muere poco tiempo de la desaparición de Hannah en dicembre de 1975. Por supuesto, la relación aparentemente nunca fue de igual a igual, pese a que Arendt también tuvo una amistad intelectual muy próxima con dos filósofos muy importantes, Karl Jaspers, quien dirigió su tesis sobre la noción de amor en San Agustín, y con Walter Benjamin, quien se suicidó en Portbou, poco antes de pasar la frontera para huir del nazismo. Arendt se refugió en los Estados Unidos en 1941 y desde ahí ejerció todo su poder para difundir y sacar de la sombra a la obra de Heidegger, sólo después ella empezará a tener una importancia real en el mundo intelectual. Los orígenes del totalitarismo, empezará a marcar su ascenso en el panorama internacional. Su obra cobra mayor vigencia cuando lo político ha recuperado su valor en la opinión, la doxa, en busca un apoyo sólido para la reflexión. Las ideas de Arendt no han envejecido, al contrario, están más vigentes que nunca porque está en manos de los hombres y las mujeres la posibilidad del hacer y construir para poder comenzar de nuevo. Como lo escribía ella en su texto ¿Qué es la ibertad? Es porque el hombre es un comienzo que puede comenzar; ser un hombre y ser libre son una sola y misma cosa. Dios ha creado al hombre con la finalidad de comenzar: la libertad.

Sunday, July 24, 2005

Michel Foucault

Veinte años de la muerte del filósofo Michel Foucault, el vigor de un pensamiento fuera de lo común.



Michel Foucault muere en el hospital parisino de la Salpetriere. Estramos en 1975 y los primeros indicios sobre su muerte son dudosos, más tarde se confirmará que ha muerto de una enfermedad hasta entonces poco conocida, Sida. Militante, agitador de masas, no basta con pensar, hay que pasar a la acción, y él, como fisósofo, lo hace convertido en esa “caja de herramientas” de la que hablaba Deleuze, dispuesto a apoyar los movimientos de rebelión contra la maquinaria estatal que asfixia al individuo. Foucault se va a instalar en el medio de un debate filosófico de la libertad, el cuerpo y la persona, el cuerpo y el deseo. Este debate se desarrollará en medio de la sociedad “bien pensante” de su época confrontando los sistemas políticos a un análisis sobre el abuso de poder y el exceso de vigilancia, Con Vigilar y castigar, esta reflexión abarca los sistemas penitenciarios y la prisión como un “dispositivo”, una tecnología política del cuerpo que domina el cuerpo y el alma a la sombra de los reglamentos, con la Historia de la locura en la edad clásica, el análisis toca la evolución de los sistemas de vigilancia e instala la duda sobre la noción de lo que se considera como normal, dura crítica al funcionamiento de las instituciones médicas y el uso del saber medical como instrumento de poder. Con Las palabras y las cosas el análisis del lenguaje lo lleva a hacer una epistemología de iconos y símbolos, el lenguaje constituído en una problemática frente al deseo (el centro de la reflexión de Jacques Lacan), la liberación y la valorización de la palabra de los oprimidos, inversión de poderes para sacarlos de una especie de mudez irremediable.
“El trabajo de un un intelectual, nos dice Foucault, no es modelar la voluntad política de los otros, es, por los análisis que hace en los campos que son los suyos, interrogar las evidencias y los postulados, sacudir los hábitos, las formas de hacer y de pensar, disipar las familiaridades adquiridas, retomar la medida de las reglas y de las instituciones, y a partir de esa re-problematización (donde se juega su oficio de intelectual) participar en la formación de una voluntad política (donde debe jugar su rol de ciudadano). Bio-poder, ética institucional, compartir, poner en duda la política y sospechar de nuetra creencias, instalarse en la re-cuestionamiento de los valores que se instalan con el tiempo como verdades, he ahí una parte importante del trabajo dejado por este filósofo.
Al poner el cuerpo biológico en el seno de la práctica histórica, Foucault inagura la vía de una forma de historia de la resistencia y de la subjetivación, una forma fenomenológica que abarca el momento histórico y las condiciones de vida del individuo. El debate sobre este tema se hace urgente en nuestro tiempo, puesto que el discurso sobre la seguridad y la vigilancia se agudiza debido a una explosión demográfica. De otra parte, parece necesaria, en francia, en toda Europa, una reflexión humanista y filosófica de los sistemas penitenciarios. Con un discurso político sobre la sexualidad en plena actualidad, el matrimonio homosexual es uno de ellos, el pensamiento de Foucault vuelve a cobrar vigencia, pero no en el sentido quizás que él esperaba, la sexualidad como una forma de utopía, proyecto individual de libertad fuera de las normas, sino como un discurso conformista donde ejercer el poder. Justamente, la pregunta que hay que hacerse es por qué reclamar una legislación (matrimonio) en el plano donde lo inividual podría gozar de un poder inalienable. Buena pregunta.

Chalamov, escritos de la Kolyma

Después de la obra de Alejandro Solzhenitsin, los escritos de Varlam Chalamov son el testimonio más reciente del Gulag durante la dictadura de Stalin. Publicados finalmente íntegros contienen un valor sin duda literario, y son el resultado de una larga temporada en el infierno.

Por Patricia de Souza


¿Cómo escapar al infierno cuando no existe la salida o cuando no hay regresiôn? Los círculos existen como en La divina comedia de Dante, sólo que aquí hay únicamente el infierno y, como en Eterno retorno, de Nietszche, este cautiverio en el infierno se repite. He ahí la impresión que se tiene cuando se lee el texto de Varlam Chalamov, Los relatos de la Kolyma, testimonio de catorce años de Gulag, publicado por primera vez de manera íntegra en una nueva edición, y según los deseos de su autor, en la editorial francesa Verdier.
Chalamov es también autor de varios libros de poemas, Encendedor, publicado en 1961 y Camino y destino, en 1967. La lección que obtenemos es dura y al mismo tiempo valiosa: ¿cómo se puede hablar desde el dolor? La experiencia del la escritura parece la única forma posible de salir de ese mundo deshumanizante y terrible que han sido los campos de concentración, o quizás la única manera de recuperar un poco de humanidad cuando se siente que no se es más que un deshecho humano: Día y noche no había sino una bruma blanca tan espesa que era imposible distinguir a un hombre a dos pasos, escribe Chalamov en sus relatos, concebidos durante los años de reclusión para trabajos forzados y que empiezan cuando es sólo un adolescente condenado a tres años de trabajos forzados por haber difundido el testamento de Lénin, uno de los enemigos más importantes de Stalin.
Hijo de un cura ortodoxo, su vocación contestaria lo hacen ser insobornable con el régimen absoluto de Lenín, sus catorce años de reclusión en la Kolyma, en Siberia, se deben a una segunda purga en el año 1937, cuando Chalamov trabaja como periodista en un diario de Moscú. Junto con los testimonios de Solzhenitsin, Evgenia Guinzbourg, Primo Levi o Ehrenbourg, Los relatos de la Kolyma constituyen uno de los testimonios más descarnados de los campos de concetración. Si a través de los Samizdat (forma impresa, clandestina, existinte hasta los años previos a Gorbachev) habíamos podido conocer algunos testimonios imnportantes y El cielo de Kolyma de Eugenia Guinzbourg, fue uno de ellos, con Chalamov tenemos el trabajo escrito de alguien que es capaz de crear poesía en medio del horror y el miedo. Esta experiencia será siempre inédita. Ni el frío, ni el cansancio, después de cavar en la roca, con un frío insoportable, pueden hacer nada en contra de la capacidad de este escritor por transformar esa experiencia atroz en un objeto estético: No se mostraba el termómetro a los trabajadores, era demás completamente inútil: había que salir con cualquier temperatura. Los más viejos se pasaban el termómetro, si hay neblina, hace cuarenta grados bajo cero, si respiramos sin mayor dificultad, pero si el aire se exhala acompañado de ruido, quiere decir que hace menos de cuarenta y cinco; y si la respiración es ruidosa y está acompañada de de una agitación visible, hace menos cincuenta.
Después de la muerte de Stalin, en 1956, aunque siempre bajo vigilancia del gobierno soviético, Chalamov regresa a Moscú y logra publicar algunos poemas. En 1987 morirá recluido en un hospital psquiátrico, interno contra su voluntad, tal vez algunas horas dedicadas al trabajo de escritura, luego de lo cual, como escribe en los Relatos de la Kolyma, no se desea sino calentarse un poco para acostarse simplemente y sobre esas piedras heladas y morir.

Otras obras del autor:
Correspondencia con Alejandro Solzhenitsin y Nadja Mandelstan, Los años Veinte, Ensayos sobre el miedo y el crimen.


Artículo publicado en el diario La razón, España.

Friday, July 08, 2005

Eros en la mirada

Eros en las miradas

Acaban de estrenar una trilogía sobre el tema de Eros hecha por Michelangelo Antonioni, Steven Soderbergh y Wong Kar-Wai (In the Mood for Love), uno de los cineastas chinos más heteróclitosen la actualidad. Impresiona la forma en cómo Antonioni (quien influenció la Nouvelle Vague), un hombre anciano, es capaz de hacer una versión tan fresca acerca de la sensualidad. Se trata de una pareja joven que atraviesa una crisis y que luego encuentra una forma de salir de su encierro, una tercera persona, una mujer, que actúa como catarsis. Es curioso porque esto plantea otro tipo de relación, la relación abierta y no exclusiva. Aceptar que el deseo no se puede restringir a una sola persona o a un sólo objeto. Una visión plural, inteligente. Soderbergh, menos impresionante, más ceñido a las pautas cinematográficas, menos personal. Y Wong Kar-Wai, no pude verlo porque sonó el celular y tuve que salir disparada a una cita que había olvidado. Ojalá pronto se estrene en Limay ojalá pueda ver ahí el final.

Tony Blair


Después del atentado de ayer dos cosas han quedado claras: ningún país está a salvo del terrorismo. Esto parece confirmar el hecho de que los sistemas políticos son frágiles, sobre todo las democracias. Pero esa fragilidad, aquélla que se expresa en los comentarios de los londinenses, es también la prueba de que la democracia existe, es lo que le da sentido: aceptar este tipo de ataques, aceptar su vulnerabilidad sin convertirla en respuesta agresiva ni en sed de venganza. Ningún londinense ha tenido una reacción violenta, catastrófica o desesperada, sino serena y confiada. Tony Blair abandonó su reunión en Escocia con los países del G8, sin olvidó lo que lo motivaba: la discusión sobre el recalentamiento del planeta y la probreza en el África, algo urgente. Luego los comentarios sobre la forma en cómo han reaccionado los ingleses, han variado, desde aquéllos que condenan una reacción tan débil (ningún discurso policíaco sino reflexivo hasta ahora, el mejor, el del Alcalde de Londres quien resaltó sus ganas de que esa ciudad siga estando abierta al mundo, acogiendo a todas las culturas) hasta aquéllos que dicen que el terrorismo responde a una fuerza de destrucción sin objeto, nihilista o aquéllos que ven en la pobreza (Blair) un origen. Cuando los comentaristas dicen que si el terrorismo se debiera al hambre, el África sería el primer país terrorista, se precipitan un poco al olvidar que las guerras fraticidas allí no han cesado desde hace años y que el terrorismo no es sólo aquel que está dirigido a los países occidentales o capitalistas, es también el que está dirigido a los habitantes del propio país, como el caso del Perú en los años de Sendero Luminoso. Claro que el terrorismo es alentado por personas que provienen de las clase mediay casi siempre son ellos los ideólogos, pero los que ejecutan, los que ponen bombas y hacen de kamikazes, son nihilistas desesperados, dispuestos a todo, con un sol funesto en el horizonte, sin ganas de ver la luz y respetar la vida. Por eso Blair no está del todo equivocado cuando dice que hay que empezar a combatir la pobreza para cambiar la desesperanza y la violencia en diálogo y creatividad y bienestar. Para que vuelva a dominar erosy no tánatos.

Tuesday, July 05, 2005

Paul Ricoeur, una reflexión sobre la memoria y el reconocimiento como forma de solidaridad.

Hay una imagen muy apreciada por el filósofo Paul Ricoeur, y se encuentra en las Confesiones de San Agustin: la memoria como una palacio en el que cada estancia corresponde a una clasificación en la memoria. Desde hace unos años, este autor donde convergen varias disciplinas, historia, filosofía, sicoanálisis y espistemología, viene haciendo un trabajo de fondo sobre lo que significa el trabajo de memoria y su lado opuesto, el olvido. Para Ricoeur no se trata de un olvido solamente instántaneo, una cura de cosas que se han vivido y que es necesario olvidar para no terminar saturado de recuerdos como el caso del personaje de Borges, Funes, el memorioso, sino de un olvido terapéutico, de un trabajo de duelo en el que toda persona puede tener un rol activo.
En su libro La memoria, la historia y el olvido ( Trotta, 2004), el filósofo emplea la palabra “marca” para hacernos entender que algunos hechos dolorosos dejan una huella que podría ser incluso una herida. Recordamos, pero recordamos mal, con algunos vacíos de información y con alteraciones, puesto que nuestra lectura de la historia y su interpretación estará siempre limitada por nuestra capacidad de memoria, o nuestro querer recordar con exactitud experiencias que en realidad queremos dejar en el olvido. Ricoeur, en este aspecto es uno de los críticos más audaces de la corriente negacionista que pretende minimizar los efectos del Holocausto, lo que le ha creado una imagen polémica. Sin embargo, lo más importante es el lugar donde sitúa su reflexión, en aquel de una perspectiva contemporánea en el cual no se abandone los instrumentos con los cuales podemos comprender mejor ciertos aspectos de nuestra vida contemporánea. Por ejemplo, el hecho de querer crear una plataforma internacional constituída por historiadores, filósofos, psiconalaistas y pensadores para comprender el grave problema entre Israel y la Palestina es una forma de querer “recordar bien” que se podría uibicar cerca del esfuerzo de Paul Ricoeur por darle a la memoria una forma activa.
Para poder contar nuestra propia historia, para saber quiénes la conforman, es necesario reconocer a los protagonistas. El nuevo libro de Ricoeur, reúne tres estudios sobre lo que significa el Reconocimiento (Parcours de la reconaissance, Stock 2004, aún sin traducir). Está claro que sin saber reconocer al “otro” no podemos saber quiénes somos nosotros mismos. Es a partir de este dilema que hace una búsqueda en el plano filosófico y semántico de la palabra Reconocer. “Este ensayo ha sido sucitado por un sentimiento de perplejidad concerniente al estatuto del término “reconocimiento” en el plano del discurso filosófico (
[1]), escribe Ricoeur con una clara intención de darle a este término una categoría de compromiso y de búsqueda afectiva de la aceptación.
Si el primer estudio analiza las resonancias y sentidos de la palabra Reconocer, desde Descartes hasta Kant, uno de los capítulos integrados al final de este libro, el más interesante a mi modo de ver, es el que lleva como título La lucha por le reconocimiento y el amor. Este reconocimiento es sobre todo el reconocimiento de uno mismo en los ojos de un extraño. Desde Aristóteles, Ricoeur recorre los diferentes niveles del reconocimiento, desde el más primario y natural, la familia y el entorno, hasta el más individual, el amor sensual y la amistad, incluidos el reconicimiento en el seno de la sociedad, estima social, etc... Todo esto culmina en el ágape griego, en esa reunión, y estado de paz, que interpreta como un símbolo de la equivalencia y de la reciprocidad.
Lo importante es que el individuo se encuentre en capacidad de poder contar su historia, contar-se de manera activa y pese a la fragmentación de la histroria a la cual se ve confrontado. Los anásilis de Ricoeur nos llevan a hacernos la pregunta: ¿si se nos reconoce, en el sentido más noble de este término, expresaremos a nuestro turno la gratitud? Hay que buscar la respuesta.

Paul Ricoeur, La historia, la memoria y el olvido, Trotta, 2004.
655 pg.

[1] Traducción de la autora del artículo.

Marina Tsvetaéva, una vida al borde del precipicio

La reciente publicación de sus Confesiones, recuerda el dolor de la guerra

La vida de Marina Svetaeva (1892-1941), atravesó su época como un cometa, a toda velocidad y de forma incandescente. Esta poeta rusa, en quien todo el mundo reconoce una de esas pérdidas trágicas que produjo la guerra, es el símbolo de la vitalidad creativa, de la insumisión individual, y de los límites de la acción frente a lo irreversible del exilio a una tierra inhóspita que arrojó a esta ecritora de lo que consideraba como un valor supremo: la capacidad de pensar y de escribir.
La poeta viaja muy pronto al extranjero. Destino: París. Su padre es un profesor de letras y su madre una reconocida pianista que muere muy joven dejando a Svetaeva la primera impresión de desamparo y de conocimiento de su propia vulnerabilidad. A los dieciocho años publica su primer libro de poemas, luego vendrá el famoso Lanterna mágica, con poemas incandescentes, apasionados por mostrar una manera de concebir el mundo, una especie de divisa que mantendrá hasta el final de sus días, la dignidad de la creación. No una creación como resultado de la vida, sino la creación para engendrarse a sí misma. Como ecribe Tzvetan Todorov en su prefacio a la reciente publicación de sus Confesiones (Robert Laffont 2005), es una biografía en el sentido literal, una vida escritura la que se nos entrega en esta recopilación de cartas, anotaciones, y textos. Si la poesía de Svetaeva es apreciada por su intensidad, sus escritos en prosa revelan los contornos de esta vida sacudida por experiencias dislocadas, transformadas por las manos de la poeta en huella personal. Svetaeva escribe:
No amo la vida como es, para mí no comienza a significar, es decir, a tener peso, transfigurada en el arte.Ese amor apasionado por vivir una especie de carpe diem constante, hace de ella un pesonaje trágico, decidida como estuvo a no ser epigonal de ninguno de los escritores de su época, Maiakovski, Pasternak, Pushkin, e incluso, Rilke, con quien mantuvo una apasionada correspondencia. Ella se insurgió contra esas herencias que la siguieron en su travesía europea, y durante catorce años en París, antes de morir a su regreso a Rusia, en 1941. Todo empieza por un matrimonio (1912) con un joven oficial ruso de la armada blanca, Serguei Efron, muy pronto involucrado en los hechos sangrientos de la revolución bolchevique, más tarde deportado, por lo que Marina se ve obligada a seguirlo, debido a unas condiciones de vida miserables. Una de sus hijas ha muerto de hambre y cuando ella decide ir a reunirse con su esposo en la ciudad de Praga, el caos y el infortunio han empezado a tejer sus redes. En 1925, la poeta decide fugar con Serguei y su hija Alia a París para de huir de la pobreza y la precariedad en que se había sumido su familia luego de los acontencimientos de octubre. Sobre París ella había escrito en su primera visita a los dieciséis años: Rumor de boulevares nocturnos/ El último rayo de sol se extingue/ Por todas partes parejas y parejas/ El temblor de los labios y la audacia de los ojos/ Durante toda su vida, Svetaeva no dejará que ese fuego, ese ardor, se extinga: todo en mí es fuego, escribe a una amiga, atrapada en la lucha entre el mito de Phyque y Eva, dos tensiones, pensamiento y cuerpo. El cuerpo para Marina siempre pasó después del alma. Con Boris Pasternak, esa tensión encontró su medida, entre poeta y poeta, entre el amor amical y la pasión amorosa: Deseo un hijo de él, para que viva a través de mí. Si eso no se realiza, mi vida no será completa, ni su proyecto. Nada de eso se realiza, ni sus ganas de ver editados sus libros, que después de su fuga de Rusia han caído en el olvido, el desdén del medio literario ruso trasnfigurado por los nuevos valores de la revolución que nada tienen que ver con la literatura, ayudan al silencio y Marina ve su obra marginada: El poeta no puede servir al poder porque es él mismo el poder, el poeta no puede servir al pueblo, porque él mismo es el pueblo. El día en que Svetaeva ve declinar esas fuerzas de escribir, su único refugio, su único amor, más allá de todas las pasiones fulgurantes por las que ha estado marcada su vida, sabe que dejará de existir. Su hija Alia, su esposo, y su hijo nacido en Francia, a quien llamaba Mour, deciden su regreso a Rusia, poco antes del estallido de la Segunda Guerra. Alia será deportada en el Goulag, Serguei, convertido en espía soviético durante sus últimos años en París, arrestado y también deportado, y Mour, fascinado por la Unión Soviética, no verá el peligro. Cuando Svetaeva decide volver, se produce la invasióna alemana obligándola a refugiarse en un lugar abominable en la campiña rusa, lugar que le recordará su triste vida en las afueras de París. Esta vez, intuye el final. El trabajo y el hambre se imponen muy rápido. La síntesis de esa situación es una carta desesperada al dueño de un bar para conseguir trabajo lavando platos. Este será, como dice Todorov, uno de los escándalos de la literatura rusa. Es el corolario, poco después, Marina Svetaeva termina con esa vida de la cual había escrito el epitafio: Y mi ceniza será más cálida que su vida.